La Federación Internacional de Productores de Fonogramas (IFPI) ha hecho público que las ventas de soportes han vuelto a bajar y que las ventas digitales se han triplicado.
Hay que entender como venta digital las molestas musiquitas para móviles que te agreden en las salas de espera, cines, conciertos, medios de transporte, etc. cuando llaman al ó la papafrita que tienes al lado y que no se le ha ocurrido otra cosa que poner un tema infame en su móvil y que, a todo volumen, distorsionando y emitiendo entre 5 y 10 Khz, suena en el momento más inoportuno taladrándote la paciencia. Pues esta venta digital supone un sorprendente 40% y las ventas en Internet son el 60% restante. Aún así están muy desolados porque esa subida del 300% en las ventas “digitales” solo suponen un 6% del total de su negocio (13.200 millones de dólares).
Lógicamente (para ellos) la culpa de esto fue de la aparición de las redes de intercambio gratuito de ficheros y afirman que en 2005 hubo un cambio de tendencia producido por una serie de sentencias judiciales al respecto. Para rematar la faena algunos especialistas de la mercadotecnia, el show business y sobre todo conocidos por su pronunciada preparación musicológica y sublime gusto musical, han vaticinado que “muchas redes de intercambio de archivos intentarán volverse legales en los próximos meses integrando sistemas de filtros que no permitan el trasiego de obras protegidas (¿protegidas?) por derecho de autor y de productor".
Para empezar, y por lo que leo, no se les ve el menor asomo de humildad, o si quiera de planteamiento de posibilidad lejana, de que el estado actual de la industria musical pudiera ser consecuencia, aunque sea de soslayo, de su propia gestión...
Me permito recordar que cuando la industria musical española, después de la magnífica bonanza de los años de la movida, cayó en una debacle importante allá por los años noventa, no se cortó un pelo en afirmar que “la culpa era por la falta de creatividad y calidad de los músicos del momento”.
Nada tuvo que ver el cambio de política interna por el que los altos cargos directivos los ocupan personas que vienen de carreras técnicas y no artísticas (carreras en el mejor de los casos). Nada ha tenido que ver que se cambiara el concepto de “carrera musical del artista” por “pelotazo y a la basura”. Nada tuvo que ver la filosofía de poner “un tema con enganche” y en vez de “gastarnos el dinero en llenar el disco de música lo rellenamos con lo que sea y nos gastamos el dinero en promoción que vende más”. Nada tuvo que ver la decisión de migrar a un soporte fácilmente clonable. Nada ha tenido que ver el “todo vale si pillo cacho”.
¡Ya está bien de tirar balones fuera! Algo de protagonismo tendrán ustedes en su propia realidad histórica, digo yo.
En mi modesta opinión, esto que estamos viviendo no es más que otro cambio. Una revolución más de las muchísimas que han habido en la historia de la humanidad. Un cambio de paradigma. Y como siempre que se ha producido un cambio profundo, aquellos que se han resistido aferrándose a sus sillones han sido bajados a la fuerza. ¡Pero si muchos acabaron en la guillotina, empalados o suicidándose!
¡Ojo! No deseo el mal a nadie. Esto tiene que quedar muy claro. No puede ocurrir nunca más. Ni de lejos. Es más, yo creo que la vetusta industria podría modificar planteamientos y realizar una magnífica labor dentro de este nuevo modelo, si les apeteciera.
Por otro lado siguen convencidos en que lo que ellos llaman “derecho de autor” y que yo, humildemente, he sentido en mis carnes como “derecho de pernada” va a seguir manteniéndose indefinidamente de la misma manera para poder alimentar así su modelo arcaico... ¡Pero si ese modelo se creó a mediados del siglo pasado y le quedan dos telediarios! ¡Ya toca un cambio al sistema al igual que le tocará, dentro de x tiempo, un cambio al modelo que ahora nace!
Pues bueno; como hacer de visionario es gratis, cualquiera lo hace y hasta ellos se tiran en plancha, yo no voy a ser menos y voy a vaticinar que... la historia de la humanidad recordará el inicio del siglo XXI como la antesala del siglo de oro de la cultura, la ciencia y el pensamiento contemporáneo y que se produjo gracias al nuevo paradigma que se gestó con la irrupción del copyleft en la cultura y las ciencias. Fue un momento glorioso en el que la sociedad tomó el pulso de la historia, y la cultura y la ciencia fueron patrimonio de todos y para todos.
¡No me dirán ustedes que puestos a vaticinar, mi futurible no es infinitamente más interesante que el de los productores fonográficos!